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Promoción del buen trato y la calidad de vida de las personas mayores: un reto actual

Promoción del buen trato y la calidad de vida de las personas mayores: un reto actual

Glòria Rigol Mallafré
Coordinadora académica del área sociosanitaria y de personas mayores
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01.07.25

En 2025, Cataluña avanza hacia un modelo de atención a las personas mayores que combina proximidad, innovación y respeto profundo por los derechos individuales. Sin embargo, esta transición no está exenta de retos. Uno de los más alarmantes es el incremento del maltrato. Según datos recientes, los Mossos d’Esquadra registraron más de 1.500 denuncias por maltrato a personas mayores en el 2024, lo que supone un aumento del 26 % en menos de una década. En la demarcación de Barcelona, se notificaron 722 casos oficialmente, con un claro predominio del maltrato psicológico, seguido por el económico, la negligencia y el físico.

Estas cifras, lejos de ser solo datos, representan historias de vulnerabilidad que nos interpelan directamente como sociedad y, en especial, como profesionales del ámbito sociosanitario.

La detección de la fragilidad y las señales de maltrato —a menudo sutiles, silenciosas o normalizadas— exige una actitud vigilante y proactiva. Son cada vez más imprescindibles las herramientas de cribado, las guías prácticas y, sobre todo, una mirada profesional que sepa leer el contexto y escuchar lo que no siempre se dice con palabras.

La creación de la Dirección General de las Personas Mayores y el impulso de marcos como la Carta de Derechos y Deberes de las Personas Mayores de Barcelona han supuesto pasos importantes en la institucionalización del buen trato. Más allá de la teoría, estas iniciativas deben informar la práctica diaria, promoviendo relaciones de respeto, reconocimiento y corresponsabilidad.

En paralelo, cabe destacar los esfuerzos en sensibilización social. El edadismo —este prejuicio hacia la edad— a menudo se infiltra en cómo hablamos, actuamos e incluso pensamos. Iniciativas como FiraGran y diversas campañas públicas tienen un papel fundamental en revertir esta tendencia, ofreciendo espacios de encuentro, diálogo y visibilización del papel activo de las personas mayores en nuestra sociedad.

A todo ello se le suma el papel creciente de la tecnología social. Plataformas digitales, dispositivos de asistencia y recursos para la vida independiente pueden ser aliados muy potentes, siempre que se utilicen como soporte —y no como sustituto— del acompañamiento humano.

En esta línea, algunas buenas prácticas vinculadas a la atención a las personas mayores serían: 

  • Acompañar desde la proximidad emocional: La escucha activa y el respeto por los ritmos personales son claves para establecer vínculos de confianza.
  • Detectar signos de riesgo de forma precoz: Integrar protocolos sencillos para identificar situaciones de fragilidad y maltrato latente.
  • Formarse continuamente: Las realidades sociales y las normativas evolucionan. Conocerlas es una responsabilidad profesional.
  • Evitar el lenguaje edadista y paternalista: El trato igualitario empieza por la forma en que nos expresamos.
  • Fomentar la participación activa y poner a la persona en el centro: Dar voz a la persona mayor en las decisiones sobre su propia vida refuerza su autonomía.
  • Trabajar en red: La coordinación entre servicios médicos, sociales, familiares y comunitarios es indispensable para una atención integral.
  • Utilizar la tecnología con sentido: Priorizar herramientas digitales que mejoren la calidad de vida y eviten el aislamiento social.

En definitiva, cuidar bien significa reconocer que cada persona mayor tiene una historia, unos derechos y un lugar en el mundo que debe ser respetado.

En un momento en que los datos nos alertan de una realidad compleja y dolorosa, el compromiso ético y profesional resulta más necesario que nunca. No se trata solo de hacer bien el trabajo, sino de hacerlo con sentido, con mirada humana y con la convicción de que el envejecimiento debe ser sinónimo de dignidad.

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