COMPROMISO EDUCATIVO Y SOCIAL
BLOG FUNDACIÓN PERE TARRÉS
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Maria Bombardó Soro
Técnica de Comunicación de Proyectos en Consultoría y Estudios de la Fundación Pere Tarrés
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01.07.25
Uno de los estilismos comunicativos que caracteriza a nuestra época es el uso obsesivo de palabras vacías. Valores, sinergia, compañerismo, compromiso. Son grandes palabras que esconden un conjunto de promesas, y se han convertido en las palabras preferidas del sector empresarial, del sector con ánimo de lucro, en el marco de una sociedad cansada y en un mundo en colapso climático. De la mano de las estrategias de pinkwashing, purplewashing y greenwashing, van los juegos de palabras y los discursos grandilocuentes. Es un síntoma del arraigo de un publicismo perverso, que vende humo e inmaterialidad para poner un velo cegador sobre una realidad poco esperanzadora.
Este análisis lo han hecho varios teóricos de la cultura como Terry Eagleton (2000, 2017) o Byung-Chul Han (2008, 2014), y no tiene nada nuevo. Se trata de la mercantilización de la vida, de la colonización de la lógica comercial del día a día, con estrategias justificadoras como la del desarrollo del lenguaje empresarial. Es un fenómeno que toma palabras polisémicas, de las que llenan la boca, y se les extirpa todo significado para llenar bolsillos.
No digo esto con un ánimo revolucionario. Ni siquiera a modo de queja. Solo pretendo hacer un retrato de una dinámica que, si se ha instalado en el sector privado, es porque quizá ya no hay de dónde sacar. Y, en todo caso, somos lo suficientemente realistas para saber que la empresa tiene sus propios mecanismos, y este no es el lugar para hacer una crítica.
Sin embargo, creo que lo que sí es indicativo, y sin duda una señal de alerta para nosotros, es que este tipo de estrategias hayan empezado a instalarse en los ámbitos del tercer sector y de las entidades sin ánimo de lucro. Es evidente que, si existe algún espacio adecuado para utilizar palabras como “compromiso”, este es el tercer sector. Y también es cierto que éste fue el primer espacio donde sonaban, cuando todavía querían decir algo. Sin embargo, pienso que su uso en otros ámbitos ha terminado por drenar estas palabras, sobre todo en cuanto a la imagen que de ellas tiene la sociedad, y el asociacionismo necesita cambiar de estrategia comunicativa.
El tercer sector no vende cosas ni productos. Las entidades sin ánimo de lucro ofrecen servicios, cubren necesidades, protegen derechos. Con una actividad como esta, ¿qué necesidad tenemos de palabras hermosas o grandes? Lo que de veras marca la diferencia en nuestras tareas comunicativas es lo que hacemos. ¿Sabéis lo de “hechos, no palabras”? Pues eso. Para la comunicación del tercer sector no es necesario convertir las palabras en hechos, sino al revés. Y, sobre todo, ser realistas y honestos. En este sentido, existen algunas estrategias que pueden ayudarnos a superar la epidemia de las palabras vacías.
Para empezar, dejar de lado el futuro. En un mundo cambiante, hacer promesas no es solo difícil, sino también peligroso. Pienso que debemos centrarnos en mostrar lo que ya se ha hecho y en justificar nuestra labor en el presente. El conflicto, la problemática, es ahora; las personas necesitan atención ahora, mañana ya será tarde, y las dificultades serán otras, o quizá las mismas, pero el contexto habrá mutado.
En este sentido, otra estrategia es ir siempre de la mano de la actualidad. Recomendaría realizar contenidos más allá de la difusión de la propia tarea, que expliquen de forma divulgativa la problemática o problemáticas a las que se quiere responder con la labor de la entidad, y hacerlo utilizando datos y citando los fondos. Aquí también es importante incluir testigos verdaderos, de personas que se encuentran o se han encontrado en estas situaciones. Sin embargo, esto no quiere decir instrumentalizar sus testimonios ni explotar su sufrimiento. Se trata de dejarles contar sus historias.
Sin embargo, como decía, las entidades del tercer sector deben hacer una comunicación llana y directa. Hay un problema, una situación, y realizamos unas tareas concretas para abordarlo. Ni discursos inspiradores, ni retahílas de palabras inmensas. Abordemos la actualidad y la realidad, seamos inquisitivos en un mundo que se empeña en hacernos apartar la mirada, atendamos la materialidad que se esconde tras humos y promesas. Dejemos claro que en un mundo ideal nuestro trabajo no existiría. Esto sí que es valor y compromiso.
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