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El acompañamiento espiritual en las personas con dependencia

El acompañamiento espiritual en las personas con dependencia

Sergio García Díaz
Psicólogo y formador de la Fundación Pere Tarrés
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09.03.18

Si miramos a la persona en toda su amplitud, podremos ver que somos seres multidimensionales. Aunque hay diferentes categorizaciones sobre estas dimensiones, podríamos reducirlas a cuatro: física, psicológica, social y espiritual.Quizás es esta última, la espiritual, es la que, en nuestros tiempos, recibe menos atención cuando hablamos de cuidar a una persona dependiente.
La espiritualidad se puede definir como la búsqueda personal del propósito y significado de la vida, y es probablemente uno de los pilares en el que se fundamentan nuestros valores, creencias y actitudes ante la vida. En nuestro contexto sociocultural tradicionalmente se ha dado un vínculo entre espiritualidad y religiosidad, pero esta relación no debe darse necesariamente. De hecho, el proceso de secularización que se ha producido en nuestro entorno durante las últimas décadas ha hecho más evidente que se trata de dos fenómenos que se pueden dar independientemente.
Una atención sensible a la persona dependiente debe tener cuidado también de esta dimensión humana, que puede pasar más desapercibida pero que se manifiesta de alguna manera y que esconde algún tipo de necesidad. Los sentimientos de culpa o remordimiento por lo que se hizo o por lo que no se hizo en el pasado; el miedo por el futuro; la sensación de ser una carga para los demás; el anhelo de querer dejar una huella o una continuidad de sí mismo en el mundo, que se mezcla con la impotencia y la frustración por la condición de dependencia; la amargura y el sentimiento de insatisfacción vital que se proyectan en la relación con las personas que le rodean... son algunos de los fenómenos que puede vivir una persona en situación de dependencia y que podrían tener una raíz en su necesidad de espiritualidad y trascendencia.
Esta realidad se hace más evidente cuando no se acepta la condición de vida que provoca la situación de dependencia, cuando hay aislamiento y una falta de apoyo en el entorno de la persona dependiente, cuando hay dolor físico y falta de autonomía... en definitiva, cuando más carencias y sufrimiento nos encontramos en el ámbito intrapersonal e interpersonal, probablemente más dificultad tendremos para darle un sentido a nuestra vida. En estas circunstancias, el nivel transpersonal, es decir el espiritual, puede ser una vía para hacer frente a las adversidades y reconciliarse con la vida.
¿Y como acompañar a la persona dependiente cuando surgen este tipo de necesidades de carácter espiritual? Estar presente y escuchar más allá de las palabras, respetar las creencias y la dignidad de la persona, amar y cultivar un vínculo basado en la confianza, promover experiencias satisfactorias dentro de sus limitaciones, sostener su sufrimiento y sus miedos, tener una actitud abierta, vital y esperanzadora... Evidentemente, no siempre resultará fácil este proceso y evitarlo puede ser una manera en que el cuidador o cuidadora o la misma persona dependiente se protegen del dolor. Pero entrar en contacto con estas necesidades es también una oportunidad de crecimiento personal y de trascender la desesperanza. Es una oportunidad de crear una intimidad de autenticidad y, aunque sea por un momento, vivir una experiencia de plenitud y de sentido que nutre y transforma las vidas de sus protagonistas y que permite afirmar que la vida merece ser vivida.