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Una vacuna para la salud mental infanto juvenil

Una vacuna para la salud mental infanto juvenil

Rosalina Alcalde
Jefa de Metodología y Estudios en Acción Social en el área de Consultoría y Estudios de la Fundación Pere Tarrés
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06.09.21

Hace unos días tuve la oportunidad de hablar un buen rato con un grupo de niños del centro socioeducativo AEI-Raval sobre las desigualdades en la salud infantil. Reflexionamos sobre el hecho de que la esperanza de vida en el barrio del Raval fuera más corta que en el barrio de Sarriá: las condiciones de vida, el trabajo, la contaminación, la alimentación, las condiciones de la vivienda ... fueron algunos factores explicativos que encontraron los niños y las niñas del grupo. Como medidas para mejorar las desigualdades, reflexionaron algunas bastante inteligentes como "pagar más a los y las médicos", para que no se vayan al extranjero y se puedan quedar en nuestros Centros de Atención Primaria (CAP) y hospitales. Todos conocían bien el funcionamiento del sistema de salud público: si te encuentras mal, vas con tu tarjeta sanitaria para que te visite un médico en el CAP o al hospital. En estas diatribas estaban cuando de repente, la fluidez de la conversación se detuvo al plantear qué hacer cuando los niños tenían un problema de salud mental. Sencillamente no entendían muy bien a qué se hacía referencia cuando se hablaba de salud mental. Claro, no es algo que haga daño en ningún lugar del cuerpo, y si lo hace difícilmente lo asocias con un malestar psicológico. Esto nos pasa también a las personas adultas. Nos cuesta bastante reconocer un trastorno mental y por tanto pedir ayuda a los profesionales antes de que el problema empeore.

Como nos recuerda UNICEF la salud mental de los niños es algo más que la ausencia de un trastorno o enfermedad mental. Tiene que ver con su bienestar personal, como por ejemplo el optimismo, la calma, la autoestima y la confianza en uno mismo; pero también con el bienestar interpersonal, como son las relaciones con los demás, el cuidado responsable y sensible, sentirse parte y próximo a los otros; e igualmente tiene que ver con las capacidades y conocimientos y por tanto con la capacidad de aprender y expresarse y tomar decisiones positivas, respondiendo a los retos de la vida.

El hecho de que los niños y las niñas del grupo desconocieran lo que significa estar mentalmente sano, me pareció preocupante. Especialmente en este momento cuando las evidencias del aumento del malestar psicológico en la infancia catalana son alarmantes. En la conferencia sobre desigualdad, salud e infancia celebrada el pasado mes de junio en el Palau Macaya -se puede ver el vídeo en YouTube-, el Dr. Juan José García, jefe del área de pediatría del hospital infantil San Juan de Dios, indicaba que las asistencias pediátricas de urgencia relacionadas con la salud mental habían aumentado un 36% entre febrero de 2020 y febrero de 2021. En este año también habían visto un aumento del 61% de los pacientes ingresados ​​por salud mental. Y lo que es más preocupante, los intentos autolíticos lo habían hecho en más de un 104%.

Durante la pandemia los niños que tenían algún tipo de malestar psicológico se han encontrado, por un lado, que los agentes reguladores como la escuela, el deporte, el ocio, etc. se han visto reducidos. Por otra, las dificultades para acceder a los servicios de salud y salud mental.  Además, han tenido que convivir con situaciones socioeconómicas de gran impacto y traumáticas, como la muerte, el aislamiento o la violencia intrafamiliar.

La manifestación del malestar psicológico varía según la edad. Los más pequeños lo manifiestan con miedo a estar solos y a oscuras, pesadillas, regresión, dificultades para alimentarse, aumento de rabietas o comportamientos encarnizados. En la fase de la educación primaria, con irritabilidad, pesadillas, problemas de sueño y comida, dolores de cabeza y dolores de abdomen, problemas de conducta, afección excesiva, competencia entre hermanos para la atención parental y retirada social con respecto a los demás. Mientras que en la adolescencia pueden presentar síntomas físicos; dificultades para dormir, hambre y autocuidado; aislamiento de compañeros y familiares; cambios en los niveles de energía; apatía; o el abandono de los consejos de salud.

La detección precoz de las expresiones de malestar psicológico infantil y juvenil son fundamentales para evitar su cronificación y por tanto las enfermedades mentales infanto juveniles. Hagamos de la  in(formación) una vacuna de prevención.

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