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Manejo de crisis de agresividad: la importancia de la conciencia del riesgo y la reflexión previa

Manejo de crisis de agresividad: la importancia de la conciencia del riesgo y la reflexión previa

Javier Feliz Álvarez
Docente FCiE. Psicólogo-Criminalista. Director de Operaciones en Desconect@
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06.07.23

Trabajar con personas con problemas de salud mental y discapacidad puede ser un desafío emocional y físico. A veces, estas personas pueden experimentar crisis de agresividad, lo que puede poner a prueba a los profesionales que las atienden.

El personal que trabaja bajo posibles incertidumbres y posibilidades de que se produzca una respuesta violenta debe considerar que el control de las crisis de agresividad en los sujetos corresponde a varios aspectos con los que hay que estar familiarizados:

  • El propio control personal: la situación vivida por cada uno de nosotros cuando nos encontramos con distintas crisis de agresividad. Cómo las interpretamos, cómo las vivimos y cómo reaccionamos ante ellas se podría explicar de forma técnica aludiendo a la contratransferencia que nos genera la situación de agresividad vivida. Analizando, por tanto, el tipo de respuesta que damos a la situación per se, daremos una u otra, desde: parálisis, búsqueda de ayuda, protección, defensa, contención emocional, física, etc. Todas ellas están vinculadas al sentido que damos a la situación de agresividad vivida y a cómo creemos que podemos enfrentarnos a ella. En situaciones de mucho estrés y bajo condiciones no óptimas de trabajo se puede dar cualquiera de las respuestas anteriormente citadas. El tema principal parte de analizar qué tipo de respuesta creemos que podemos dar o hemos dado. El propio comportamiento de conducta agitada puede dar lugar a una posible agresión física o heteroagresión, por lo que nuestra cadena de proceso partirá de iniciar una contención emocional para llegar a controlar el comportamiento. Ésta puede partir de una comunicación efectiva y una escucha activa, analizando siempre nuestra comunicación verbal y no verbal. Se pueden dar varios supuestos que debemos gestionar, tales como evasión, defensa y escape, conducción, protección, agresión, etc., por lo que debemos ser conscientes de todo el rango de posibilidades. Es importante, por tanto, reflexionar sobre las expectativas, funciones y formación con la que contamos para hacer frente a esta primera característica del control personal.
  • El análisis del entorno y el propio sujeto: es primordial el control de espacios, así como conocer las características clínicas de manejo del usuario/a. La información que tengamos del sujeto es imprescindible, el vínculo que tengamos con él será un elemento clave, y también será importante no bajar la guardia teniendo en cuenta situaciones similares que hayan sucedido en el pasado. Cada crisis de agresividad se salda de forma diferente, y no existen dos patrones iguales que nos permitan tener el A, B, C de las conductas. Debemos estar preparados/as para cualquier tipo de respuestas y ser conocedores/as de la posible situación que se puede producir. Cuando nos enfrentamos a ella es importante recordar la cadena de valor de la contención emocional centrada en mostrar interés hacia la persona siempre que sea posible, clarificar y pedir información, parafrasear, resumir la información que nos va proporcionando y reflejar los sentimientos y emociones que la otra persona nos expresa con relación a una determinada situación, problema o vivencia. Todo esto lo utilizaremos para prevenir la aparición de violencia, por lo que debemos informar del carácter transitorio de la crisis que sufre la persona con el propósito de disminuir la ansiedad, la hostilidad y la agresividad en ella. Es prioritario que si la persona está confusa o muy desorientada la orientemos en el tiempo y el espacio antes de iniciar cualquier tipo de intervención. También debemos analizar el puesto de trabajo, y debemos tener en cuenta cómo trabajar y cuáles son los posibles riesgos espaciales con los que nos enfrentamos y convivimos a la hora de llevar a cabo cualquier tipo de intervención. 

Cuanta más capacidad mental para poder ser conscientes de que el riesgo existe y cuanta más formación y control personal, mejores serán las respuestas que podremos dar ante las posibles situaciones de manejo de crisis de agresividad, por lo que debemos ser emocionalmente analíticos y críticos con las situaciones personales que vivimos con el objetivo de ofrecer la mejor respuesta, lo que aumentará nuestra calidad asistencial y nuestro camino hacia la excelencia técnica.