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Identificar las necesidades formativas de las entidades

Identificar las necesidades formativas de las entidades

Rafael Ruiz de Gauna
Director de Relaciones Institucionales, Formación, Consultoría y Estudios y de la Red de Centros Socioeducativos
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10.12.19

Las entidades del Tercer Sector están impulsadas por personas voluntarias o retribuidas. Este equipo supone una garantía de calidad y proximidad en los servicios que prestan, así como en los acompañamientos que llevan a cabo. En todas las organizaciones, el capital humano es clave, pero en este tipo de entidades todavía más porque se da una fuerte relación interpersonal. Por otro lado, también hay que tener en cuenta que, en el caso del personal contratado, las retribuciones suponen un 70% de los gastos.

Cada vez vivimos en entornos más cambiantes que necesitan de inversión en la capacitación de personas y de un reconocimiento de su trabajo. Es por esta razón que la formación no se puede considerar como un aspecto prescindible, sino que se trata de una inversión en el capital humano de las organizaciones.

Identificar y planificar las necesidades de formación deben de ser acciones que se ejecuten anualmente. Deben de requerir de la implicación final de los responsables de las entidades con el objetivo de que sean impulsadas y puestas en valor.

Sin embargo, a menudo vemos que resulta difícil averiguar cuáles son estas necesidades de formación. Con tal de identificarlas, las siguientes estrategias nos podrían ayudar:

1. Reflexionar sobre cuáles son las capacidades que deberíamos adquirir a partir de las bases establecidas por el plan de trabajo anual –con los objetivos y las acciones –o por el plan estratégico de la entidad. Para poder desarrollar los planes tenemos que intentar poner los recursos necesarios, así como las competencias de los colaboradores, para poder alcanzar eficazmente y eficientemente los resultados esperados.

2. Si constatamos nuevas necesidades en nuestro entorno –como la llegada de nuevos colectivos de personas que no sabemos cómo tratar– o cambios normativos –como el que supuso la Ley de transparencia, por ejemplo– podemos formular acciones formativas que nos ayuden a abordar con éxito estos nuevos retos.

3. Analizando los lugares de trabajo o de voluntariado podemos identificar las distancias entre las funciones y las tares que cada puesto requiere y las habilidades de la persona que las puede desarrollar. La formación puede ayudar a reducir estas carencias.

4. Finalmente, destacar la formación, especialmente sobre el sentido y los valores de la entidad, como medio para generar vínculos y motivación sobre la misión y las finalidades de la organización. Además de hacer, también tenemos que saber por qué hacemos y cómo lo queremos hacer.

Más adelante, se puede abordar, con la colaboración de un centro de formación o de un experto, qué metodologías se deberían de aplicar, qué modalidad –presencial, en línea o residencial– sería la más adecuada y qué ritmo de trabajo es el más apropiado para facilitar el aprendizaje.

Por otro lado, no podemos olvidar que una parte de las cotizaciones de la Seguridad social de los trabajadores en activo se pueden bonificar en concepto de formación, hecho que posibilita que los cursos no supongan ningún gasto añadido para las organizaciones, ya que podrían llegar a ser gratuitos.

Por último, en el caso del voluntariado, la formación es una de las principales formas de reconocer y cuidar estas personas imprescindibles en nuestras entidades.

A través de subvenciones, se pueden conseguir fondos para capacitarlos, además de los que pueda llegar a decir la propia entidad.

En la Fundación Pere Tarrés aportamos soluciones para la formación de colectivos que trabajan y colaboran en las entidades del Tercer Sector, y contamos con la experiencia y especialización necesarias para acompañaros en el apasionante camino de ayudar a hacer crecer a estas personas.