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Los nativos digitales no existen

Los nativos digitales no existen

Anna Blázquez Abella
Responsable del Departamento de Acción Digital
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06.03.17

Nadie nace sabiendo sobre tecnología digital, ni siquiera los nacidos a partir de la década de los 80. Aquellos a los que les decimos "nativos digitales".

Como padre, madre, educador, puede que en alguna ocasión hayas sentido ya grande para enfrentarte al nuevo escenario y conocer la tecnología. Incluso es posible que hayas tratado de acercarte para ver qué hacen los y las menores, pero te hayas sentido como si fueras de otro planeta. Puede suceder, sí. Pero también es alentador cuando sabes que en cualquier período de la vida se pueden iniciar nuevos retos y superarlos con éxito. Tenemos la capacidad de adquirir competencias a cualquier edad.

La historia de la Fatuma como ejemplo de superación

Hace unos días recibí un correo electrónico de Lola, una de las directoras de la ONG Afrikable (www.afrikable.org), Ubicada en Kenia y donde había sido un verano aprendiendo muchísimas cosas sobre el empoderamiento de la mujer. En el correo, Lola contaba la historia de Fatuma, una mujer del poblado Orma en la isla de Lamu, Kenia, madre de siete hijos y abandonada por su marido. Hasta que Afrikable no la encontró y le dio la oportunidad de trabajar con ellos, sus hijos sufrían de malnutrición y no podían ir a la escuela.

Entre sus siete hijos se encuentra la Maka. Una niña fantástica. Cuando la conocí me enseñaba todo lo que estaba aprendiendo en la escuela y me hablaba de su sueño de ir a la universidad y seguir estudiando.

La Lola explicaba que fue un día en el poblado y no encontró en la Maka. Le preguntó a la Fatuma y ella contestó que estaba de vacaciones. Pero, en realidad, lo que había hecho era enviarla lejos del poblado para ponerla a salvo. En la cultura Orma es muy común que los hombres se lleven a la chica que quieran con el fin de casarse. Las secuestran, abusan de ellas y las fuerzan a convertirse en sus mujeres. En su cultura es habitual, pero no significa que esté aceptado por los padres, madres o por las víctimas.

La Fatuma había sido avisada de que algunos hombres planeaban raptar a Maka, por lo que ante todos sus vecinos y vecinas llamó que no permitiría que se la llevaran a la fuerza. En el caso de que lo intentaran los llevaría ante la justicia. Fue muy valiente ya que nadie de su cultura es capaz de enfrentarse a un hombre o en varios, y mucho menos denunciarlos por este tipo de asuntos.

La Fatuma no pudo evitar que se llevaran a sus dos hijas mayores (la Zainab y Amina). Esto fue antes de conocer Afrikable, cuando no trabajaba, estaba enferma y desconocía sus derechos.

Pero ahora la Fatuma se siente fuerte. Cambió su manera de pensar y como consecuencia su vida también cambió. Ha denunciado a su ex marido a la Oficina de Protección del Menor para hacer que firmara ante las autoridades que, después de abandonarlos, había perdido la patria potestad de sus hijos e hijas. No se podría llevar a sus hijas aunque tuviera un marido para ellas, ni tampoco sus hijos podrían ir a trabajar con él.

La Fatuma también aprender a leer y escribir. A conocer cuáles son sus derechos y deberes. Tiene un trabajo que le permite una independencia económica. Pero lo mejor de todo, es que se ha convertido en una mujer apoderada.

Para muchos de nosotros, visto desde nuestra cultura, es posible que nos cueste asimilar que aún hoy en día existan culturas como la Orma. Incluso, puede que historias como ésta nos queden un poco alejadas de nuestra realidad. Sin embargo, esta experiencia nos sirve para darnos cuenta de hasta qué punto, en algunas ocasiones, aferrarnos a una zona conocida nos impide adentrarse en otros espacios de descubrimiento y evolución.

La historia de la Fatuma es una ejemplo de que nunca es tarde para reunir el coraje necesario y pasar de lo conocido a lo desconocido. A lo que nos hará más sabios e independientes y que nos servirá para adquirir las competencias necesarias para crecer como personas y ser un modelo para los menores.

La Fatuma sentía, dentro de aquel ambiente cultural, un malestar emocional relacionado con la agonía, el miedo, el temor y la preocupación por sus hijos. Luego llegó al convencimiento de que todo esto podía cambiar si lograba vencer su analfabetismo y adquiría unas competencias básicas como persona, mujer y madre. Posiblemente, la Fatuma se encontró con las mismas emociones que hemos podido sentir en alguna ocasión nosotros como padre, madre, educador. Unas emociones que provienen de los límites que nos ponemos nosotros mismos, ya sea por unas creencias propias, culturales o por falta de recursos.

Debemos perder el miedo a la tecnología

Para la Fatuma, las oportunidades de cambiar aparecen cuando empieza su alfabetización. Para nosotros, nuestro objetivo es la educación digital de los menores, las oportunidades nacerán en el momento que adquirimos unas competencias digitales básicas.

Sabemos que uno de nuestros principales retos es el de educar en valores a los menores, pero nos sentimos perdidos; y más ahora que nos encontramos en un nuevo escenario donde la tecnología, en muchas ocasiones, obtiene un papel protagonista.

Lo queramos o no, nuestro presente y nuestro futuro más inmediato es digital. La sobresaturación de información, los rápidos avances tecnológicos y los cambios en nuestra manera de comunicarnos provocan desorientación y pérdida de control.

En frente al descontrol subestimamos nuestras capacidades y habilidades, lo que nos hace percibir nuevos peligros que provocan malestar emocional cargado de miedo y preocupación. Sin embargo, lo primero que deberíamos hacer para orientar a los menores en la educación digital es aplicar la lógica y el sentido común de siempre.

Las tecnologías digitales no son malas ni buenas en sí mismas, sólo son un conjunto de dispositivos que para funcionar necesitan un cerebro humano. El riesgo aparece en el uso indebido que hacemos de ellas para comunicarnos, divertirnos o aprender. Los hábitos saludables y seguros de la tecnología serán indicadores de que hemos adquirido las competencias, aptitudes y habilidades digitales necesarias para transmitir valores y consejos a los más jóvenes.

Los adultos deberíamos ser los tutores de los menores y acompañarlos en el uso de la tecnología desde pequeños. Orientarlos y ofrecerles unos valores pedagógicos que conllevan un uso respetuoso, responsable y seguro de las tecnologías que se encuentran a su alcance.

Antes, sin embargo, habría que adquirir estas competencias digitales básicas.

Os invito a leer el libro Los nativos digitales no existente. Ed. Deusto, donde encontrará la respuesta a esta pregunta y otras.

Extracto del libro Els nadius digitals no existeixen (autors varis), Editorial Deusto (2017), capítol 7 titulat Competències digitals per a pares i educadors escrit per Anna Blázquez.

http://nativosdigitales.com/