COMPROMISO EDUCATIVO Y SOCIAL

BLOG FUNDACIÓN PERE TARRÉS

Derechos de la infancia y vivienda

Derechos de la infancia y vivienda

Miryam Navarro Rupérez
Coordinación de infancia y adolescencia del área de Consultoría y Estudios
Ver todos los artículos

08.11.23

Hemos oído hablar mucho de desahucios en los últimos años. Desgraciadamente, los impactos que tienen en la vida de la infancia, de la adolescencia y de sus familias raramente son noticia. Para empezar, debes saber que si trabajas en una entidad tu mirada y tu papel son muy importantes para minimizar estos impactos negativos. En este artículo te damos algunas claves para comprender el fenómeno y los recursos (en los enlaces en el texto) para poder acompañar esta situación tan traumática. 

En las áreas urbanas más tensionadas, es decir, con mayor especulación inmobiliaria, que están gentrificadas y con mayor presión turística, como Barcelona, Madrid o los centros históricos de otras ciudades, los precios de compra y alquiler son inalcanzables para la mayoría de familias de renta media o baja. En 2023, los estudios estadísticos del Instituto Metrópoli y el etnográfico del Instituto Infancia y Adolescencia han actualizado los datos sobre el coste de la vivienda y las dinámicas de expulsión del hogar, como la subida de precios, la no renovación de contrato, el cierre del acceso del mercado de alquiler a determinados perfiles migrantes o racializados, el acoso, dificultades administrativas y legales, entre otros. Sustentado en el derecho constitucional a la propiedad, los fondos de inversión y el mercado inmobiliario mundializado impiden garantizar otro derecho constitucional a la parte más vulnerable de la población, el derecho a la vivienda digna, poniendo en riesgo el interés superior y el derecho al máximo desarrollo de niños, niñas y adolescentes. La infancia es la capa de la población más afectada por la crisis residencial, y las familias con menores a cargo son las que sufren un mayor grado de expulsión. Como en el caso de la pobreza, también el impacto hacia las mujeres es mayor. En el caso de Barcelona, si un niño/a vive en Ciutat Vella sufre tres veces más el riesgo de perder la casa que si vive en Sant Gervasi. 

La inseguridad residencial impacta en la vida de los niños y niñas. Ante esta situación las familias afectadas desarrollan estrategias de resistencia para afrontarlas. Todas las soluciones que construyen las familias se hacen desde la lógica del mal menor, buscando la mejor solución ante la falta de opciones, entendiendo que es “el mal menor” o que “es esto o la calle”. A menudo, mantener el hogar supone privación de material (dejando de realizar salidas, gastos imprevistos, vacaciones, extraescolares..., incluso, reducir la cantidad y calidad de la alimentación), también se asume la sobreocupación (familias que viven en habitaciones o en pisos de menos de 20 m2), la ocupación en precario de una vivienda o la posibilidad de crecer en una infravivienda (sin las condiciones mínimas de salubridad, agua, luz , etc.). 

La desposesión de la vivienda es más grave para las capas más pobres de la sociedad a la vez que pauperiza a las personas con menos recursos. Pero, ¿por qué sufrir tanto, por qué no irse a otro sitio donde el alquiler sea más asequible? Para las familias más vulnerables cambiar de barrio no es una opción porque perder la casa es perder el arraigo. Estar arraigado tiene un sentido existencial e identitario, además de ser la base de la construcción del ser humano en sociedad, pero sobre todo para las familias empobrecidas el arraigo es una estrategia de subsistencia. Las relaciones de confianza construidas durante años permiten sostener pequeñas deudas en el mercado, en el tocino, con el butanero... Además, genera un capital social de intercambio de recursos e informaciones imprescindibles para conseguir salir adelante. 

Desde el arraigo, las familias despliegan estrategias conectadas con las redes de apoyo mutuo, que las conectan con los servicios y ayudas ofrecidas por la administración pública (vivienda, servicios sociales y otros indirectos, como la beca comedor, ayudas familiares, material escolar, etc.), que facilitan la cobertura de bienes básicos que no podrían resolverse debido a la presión económica que supone pagar el alquiler o la hipoteca. Sabemos que las familias que están arraigadas y más conectadas con redes de apoyo mutuo local o sindicatos de vivienda cuentan con más recursos para tener éxito en su lucha y encontrar alternativas. 

Las consecuencias negativas de perder el hogar atraviesan todas las esferas vitales de niños, niñas y adolescentes de forma profunda y transversal. Afectan a su espacio íntimo y personal, su esfera familiar, sus relaciones entre iguales, la vida en la escuela o en los centros sociales educativos. Perder tu casa impacta en la esfera material, pero también en el mundo relacional y emocional, en la salud física y mental. Debemos tener presente que afecta de forma diferente según el momento del ciclo vital, ya que no es lo mismo como lo expresa un niño de cinco años que una niña de trece. Los niños y niñas nos dan señales de su sufrimiento. Desde las entidades debemos prestar atención para poder detectar estos mensajes que, muy a menudo, no son explícitos. Si conocemos esta realidad y la tenemos en cuenta, podremos actuar en consecuencia. 

Es posible que en algunos casos la familia sea transparente con sus hijos e hijas, pero muy a menudo no se les comunica por protección. Los niños y niñas perciben perfectamente el ambiente y viven un clima de crispación familiar. Los niños que son expulsados forzosamente de su casa transitan por muchas violencias. Perder la casa supone sufrir un luto tanto para los niños y niñas que se van como para los que se quedan. Habitualmente expresan todas estas violencias que los atraviesan (violencia estructural, policial, institucional e, incluso, simbólica: “no hay sitio para mí, no importo a nadie, los adultos me hacen daño o no me cuidan...”) con muestras de agresividad, bullying, apatía, depresiones, ansiedad, trastornos de la alimentación y del sueño, falta de atención e hiperactividad, nerviosismo, bajada de defensas, alergias, etc. Pero, también, un niño que sufre exclusión residencial vive en condiciones muy difíciles, quizás no tendrá un espacio donde hacer deberes y concentrarse, quizás en casa no hay agua caliente para tener una higiene adecuada o no podrá calentarse en invierno o refrescarse en verano... Este sufrimiento necesita ser escuchado de forma discreta, ya que muchas veces está acompañado de sentimientos como vergüenza, frustración, decepción, inseguridad o sensación de fracaso, dado que en casa existe un clima de angustia constante que afecta a la salud, el comportamiento y el aprendizaje. En definitiva, el malestar emocional de un niño/a le impide concentrarse para aprender.

Si encontramos estos comportamientos y no identificamos adecuadamente la causa, podemos culpar al niño/a y agravar la situación. Por el contrario, si actuamos desde la comprensión y el cuidado nos convertiremos en un soporte y un referente. Por ello, trabajar con perspectiva comunitaria desde el trabajo en red es tan importante. Pasemos a la acción: ¿qué podemos hacer nosotros en el día a día? 

Tu entidad es un elemento de arraigo en la vida de un niño/a expulsado de su casa de forma forzada. 

  • Aprovecha las iniciativas que ya tienes en marcha, o crea nuevas iniciativas, incorporando la expulsión residencial a la hora de trabajar en red en la comunidad de forma coordinada con la escuela, los servicios sociales, los sindicatos de vivienda de barrio, los servicios públicos y del tercer sector, las redes vecinales de apoyo mutuo, consejo de niños/as, etc.
  • Tu entidad puede ser un punto de información y un nodo de contacto para orientar a las familias sobre los espacios y servicios de apoyo. Puedes informar, por ejemplo, del proyecto piloto sobre el nuevo protocolo para proteger la salud mental de niños, niñas y jóvenes desahuciados en Barcelona.
  • Si tienes la posibilidad de acompañar con seguimiento psicológico puede guiarte la propuesta del Colectivo Sisifo. Poniendo la psicología al servicio de las personas en emergencia habitacional, ponemos de relieve la relación entre la vivienda, la infancia y la salud. 

La importancia de las pequeñas cosas hace la diferencia. 

  • La escucha activa con niños y niñas y, sobre todo, con adolescentes es primordial para hacer un buen acompañamiento individual.
  • Es probable que no sea una sola persona la que se encuentra en esa situación. Podemos encontrar soluciones grupales y aterrizadas poniendo en el centro los derechos de la infancia. Si queremos aproximarnos al tema de forma más lúdica también contamos con recursos. El grupo musical Xiulha ha hecho una canción social que nos ayudará a hablar del tema, tanto para detectarlo como para empezar a trabajarlo. Transformar una problemática individual en una cuestión colectiva, y por tanto en una acción de transformación social.
  • La PAH Madrid ha hecho un material, “Te quedarás en la oscuridad”, donde los niños y niñas son investigadores que quieren comprender su situación, encontrar soluciones y trasladar propuestas de mejora a los técnicos y políticos responsables o al síndico de agravios.
  • La entidad puede ser un espacio acogedor y un refugio climático donde los niños y niñas se sientan “como en casa” y puede sustituir las carencias a la hora de tener un lugar para celebrar cumpleaños, colgar sus dibujos, hacer deberes, practicar con un instrumento, invitar a amigos y otras cosas aparentemente insignificantes, pero esenciales en la vida de los niños y niñas y que no pueden hacer si viven en una pensión o en situación de infravivienda o sobreocupación. 

Desde las entidades tenemos la capacidad de apoyar emocionalmente, podemos dar el mensaje a niños, niñas y jóvenes: “no estamos solos y aislados ante un problema estructural tan grave”. Esto genera vínculos de confianza, cambia la sensación de ser un perdedor, da seguridad y construye nuevas redes en las que podemos pasar de ser personas que recibimos a ser personas que apoyamos. A partir de la lucha por la garantía de una vivienda digna podemos trabajar juntos como ciudadanía activa por la defensa de los derechos de la infancia, y muy especialmente por aquella que ha crecido en contextos vulnerables.