COMPROMISO EDUCATIVO Y SOCIAL

BLOG FUNDACIÓN PERE TARRÉS

La práctica de la educación emocional en el entorno educativo

La práctica de la educación emocional en el entorno educativo
Genoveva Rosa Gregori

Genoveva Rosa Gregori
Vicedecana de Ordenación Académica y adjunta al decano de la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés - URL

19.05.18

Es clave trabajar la dimensión emocional desde la pequeña infancia puesto que así se aborda el desarrollo integral del niño desde su dimensión personal y relacional. En función de la relación que establecemos con nosotros mismos y de la interpretación que hacemos de lo que nos pasa, generamos la conexión con los demás.

Cuando hablamos de educación emocional de niños y jóvenes, hace falta que entendamos el concepto de lo que es la inteligencia emocional, definida por los autores Mayer y Salovey (1997) cómo: la habilidad para percibir, valorar y expresar emociones; para acceder y/o generar sentimientos que faciliten el pensamiento, así como para regular las emociones promoviendo un crecimiento emocional e intelectual.

Siguiendo a Goleman (1995), la educación tiene que incluir la enseñanza de habilidades tan esencialmente humanas cómo: el autoconocimiento, el autocontrol, la empatía y el arte de escuchar, de resolver conflictos y de colaborar con los demás.

En la Facultad de Educación Social y Trabajo Social Pere Tarrés – URL consideramos que, gracias al desarrollo de programas de educación emocional, se puede desarrollar un pensamiento flexible que permite a los niños y jóvenes relacionarse en diferentes ambientes. Es así como podrán aceptar los otros desde la asertividad y la empatía, desarrollar el optimismo y la responsabilidad como una actitud en la vida que les permita agradecer aquello bueno que les pasa y los traerá a saber enfrentarse a las dificultades, entendiendo los errores como un proceso más de aprendizaje y de crecimiento. De este modo, consideramos que es clave que aprendan a afrontar las situaciones como protagonistas y no como víctimas, actuando y no reaccionando, tomando decisiones y asumiendo las consecuencias y, en definitiva, responsabilizándose de sus actuaciones.

Es por eso que pensamos que en las instituciones educativas es necesario contar con programas de educación emocional que vayan más allá de sesiones puntuales dentro de un horario establecido, es decir, que formen parte de manera transversal del día a día de la actividad educativa. Cualquier situación se puede convertir en una oportunidad clave para trabajar la conciencia, el autoconocimiento y la responsabilidad ante las situaciones. Es por eso que hace falta que los educadores y educadoras cuenten con una preparación y sensibilidad para encontrar la oportunidad en cualquier situación cotidiana que permita despertar las conciencias para trabajar el crecimiento personal.

Desde esta perspectiva, se pueden generar en el entorno educativo situaciones diversas tales cómo:

- Actividades para desarrollar el pensamiento lateral: a partir de generar diferentes opciones ante un mismo problema podemos despertar en los niños y adolescentes alternativas y ayudarlos a desarrollar estrategias que los traigan a un nivel superior de pensamiento.

- Actividades para desarrollar el optimismo: cómo dice el optimismo se puede aprender, pero hace falta que trabajemos esta dimensión a partir del sentido del humor, del trabajo con las emociones positivas y del juego y la diversión, como dice Selligman (2002). En este sentido ayudar a relativizar y buscar el aprendizaje ante las situaciones adversas es de gran utilidad.

- Actividades para desarrollar la autoestima: partiendo de las inteligencias múltiples (Gardner, 1987), realizar actividades que ayuden a poner en juego las fortalezas de los niños y adolescentes teniendo en cuenta aquellas habilidades que tiene cada individuo y que lo hacen especialmente competente.

- Actividades de reconocimiento de las emociones propias y de los demás: con la utilización de simulaciones donde se trabajen las habilidades sociales y el afrontamiento de situaciones complejas desde diferentes perspectivas y donde se ponga en juego la empatía.

- Actividades de toma de conciencia o de autoconocimiento: a partir de la creación de registros en los que se apuntan las situaciones que generan emociones aflictivas, se evidencia la conexión entre los hechos, el pensamiento y la emoción. Es así como se puede mostrar como la interpretación de los hechos condiciona la emoción y como podemos desarrollar estados diferentes para regular las emociones, modificando la interpretación que hacemos de aquello que nos pasa.

- Actividades de gestión emocional: con estrategias propias de la programación neurolingüísta tales como la visualización, el re-encuadre y el anclaje y, además, utilizando las herramientas del mindfulness para trabajar sobre los pensamientos recurrentes y aprender a estar presentes “aquí y ahora”, tal y como autores como Csikszentmihalyi (1998) señalan con su teoría del Flow.