EDUCACIÓN SOCIAL Y TRABAJO SOCIAL

BLOG DE LA FACULTAD PERE TARRÉS

Educar es humanizar

Educar es humanizar
Raül Córdoba

Raül Córdoba

27.06.16

¿Y si de repente cerramos las carpetas, los informes, las actas, la sala de profesores, las aulas, los ordenadores y los calendarios? ¿Por qué no apagamos también los smartphone, que tanto tiempo nos roba en nuestras relaciones y en nuestra profesión, y nos detenemos a observarla? Está aquí, delante de nuestros ojos; sin embargo, nos somos capaces ni tan siquiera de advertir su presencia. Vivimos en la era de la velocidad. Dejamos que nuestras agendas y nuestros relojes nos gobiernen. Siempre estamos ocupados, y si no tenemos ocupaciones procuramos buscarlas. 

“Viajamos constantemente por el carril rápido, cargados de emociones, de adrenalina, de estímulos, y eso hace que nunca tengamos el tiempo y la tranquilidad para reflexionar y preguntarnos qué es lo realmente importante”. (Carl Honore)

Ahora os pido que os detengáis un momento. Miradla, por favor. La Universidad ha envejecido. Sus arrugas y sus grietas son cada vez más visibles. Pero tampoco tendría que extrañarnos. ¿Cómo pretendemos que la Universidad se adapte a los cambios del s.XXI si cada uno de nosotros todavía nos cuesta entender lo que está sucediendo a nuestro alrededor? Recortes, desempleo, corrupción política, precariedad laboral, desahucios y un largo etcétera. ¡Aquí nadie está a salvo, ni tan siquiera la Universidad!  Incluso hasta el plan Bolonia, según la mayoría de rectores de las universidades de Europa, ha acabado siendo un fracaso. “Bolonia ha sido un dislate, un modelo de Universidad no se improvisa”, declaraba Antonio Gil Olcina, quien fuera rector del Campus de Alicante. Ante este grisáceo panorama, las preguntas que debemos de formularnos son obvias: ¿Qué tipo de Universidad es la que queremos? ¿Nos interesa una Universidad que se aferre en la tipología de centros estancados, donde es difícil emprender procesos de cambio? ¿O por el contrario apostamos por una Universidad que luche por implementar las condiciones adecuadas para crear centros dinámicos, dando de esta forma respuesta a las demandas, siempre cambiantes, de una sociedad en constante transformación?

¿Apostamos por una Universidad que luche por implementar las condiciones adecuadas para crear centros dinámicos?

No es una tarea nada sencilla. Los centros universitarios requieren de un constante ejercicio de autorevisión. Es evidente que el cierre que muestra la Universidad se ha convertido en el mayor de los obstáculos para el aprendizaje. Por este motivo es importante apostar por organizaciones universitarias saludables, organizaciones que promuevan activamente la autoestima de cada estudiante, favoreciendo las buenas relaciones entre profesores y alumnos, y que fomenten lazos sólidos con su entorno y su comunidad.

El desafío del profesorado, por lo tanto, es cada vez más desafiante. Esto implica que, a la hora de planificar las clases, se debe de tener en cuenta un conjunto de estrategias que faciliten la cooperación del alumnado y su inclusión, para contribuir desde esa perspectiva a su aprendizaje.Y es que educar significa mucho más que enseñar. Educar es humanizar, favorecer el desarrollo de las potencialidades de las personas. Como explica Txema Córdoba, profesor de la FPCEE Blanquerna, “educar es una acción que se ejerce en un contexto de ayudar a desarrollarse a un individuo pero que a la vez, con ello se contribuya al crecimiento de la sociedad. La acción de enseñar, por el contrario, solamente está dirigida al crecimiento de una persona, donde no está implícito el tener en cuenta a los demás. Es por eso que si ese crecimiento no implica también el crecimiento de la sociedad no estamos hablando de educar.”

En este sentido, la convivencia es uno de los factores clave en el panorama educativo actual. Según Vaello Orts, autor del libro Como dar clase a los que no quieren,  “el aprendizaje y la convivencia son dos facetas de un tronco en común: la formación integral del alumno, que incluye el desarrollo de capacidades cognitivas, usualmente identificadas con el rendimiento académico, pero también de capacidades socioemocionales, tan frecuentemente ensalzadas en teoría como relegada a un papel secundario en la práctica”. Por lo tanto, la necesidad de utilizar metodologías de aprendizaje cooperativo en las aulas universitarias ya no está sólo motivada por la elaboración de planes de estudios acordes con las demandas profesionales del entorno actual, sino también con la puesta en práctica de una metodología que apueste por la convivencia y la ciudadanía. Unos modelos educativos que, a partir del desarrollo del espíritu crítico, la tolerancia y la solidaridad del alumnado, se ocupen de educar a individuos íntegros que tienen que vivir y cooperar con otros individuos. En palabras de Txema Córdoba, “actualmente se puede aprobar sin aprender. Pretendemos que los alumnos salgan de la universidad muy preparados para el mundo profesional. Pero el objetivo no debe ser éste sino otro muy diferente: que salgan preparados para la vida, para vivirla, construirla y transformarla”.

En conclusión, ha llegado la hora de movilizarse y despertar a la Universidad de este gran letargo. Es el momento de crear una Universidad abierta con identidad propia; que apueste por la formación permanente de todos sus miembros; que se posicione por las problemáticas de su entorno y busque soluciones; que se atreva a experimentar e innovar, y por ende a considerar el error como una herramienta muy útil del aprendizaje; que fomente la participación, la cooperación y la inclusión; que apueste por la investigación; que utilice una gran variedad de métodos, procedimientos y sistemas; que se preocupe por una evaluación constante.

En definitiva, una Universidad que ponga en marcha una estrategia que, sirviéndose tanto de las habilidades como de las capacidades, desarrolle la conciencia crítica y reflexiva de todos los organismos que conforman la institución educativa. Porque a estas alturas, y ante una sociedad entregada al rápido avance de las nuevas tecnologías, ya no queda más tiempo para la especulación. Es la hora de la elección, de que los organismos educativos se responsabilicen y tomen una decisión. Ya no sirve esconderse detrás de la barrera. Y la pregunta que debemos replantearnos ante esta gran crisis de identidad que está sufriendo la Universidad es evidente: ¿Queremos ser parte del problema o queremos ser parte de la solución?

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