EDUCACIÓN SOCIAL Y TRABAJO SOCIAL

BLOG DE LA FACULTAD PERE TARRÉS

Acompañar en el empoderamiento

Acompañar en el empoderamiento

Berta Boadas
Profesora de la Facultad Pere Tarrés - URL
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04.02.18

Empowerment en inglés, Empoderamiento en castellano, una palabra casi mágica utilizada en el mundo empresarial, en las organizaciones, en la educación, en la política cuando se le recuerda que el poder tiene ciudadanía, ... y también en nuestro campo, en la acción social. Suena bien, encaja en una gran diversidad de contextos y situaciones, utilizamos profesionales que conocen plenamente su significado y seguramente con la verdadera voluntad y deseo que se logra. Empoderar significa dar poder o devolverlo, ayudar al otro a tenerlo, ejercerlo, pensar verdaderamente que lo tiene, que puede confrontar con firmeza haciendo que sus derechos sean dignos, pidiendo, pidiendo información, cuestionando e incluso cuestionando o desconfiando de ella.

El empoderamiento es un proceso que debe permitir una mayor fuerza y confianza en las propias capacidades, el grupo y la comunidad  y darle impulso para promover los cambios que deberían beneficiarlo. El protagonismo y la participación de las propias partes interesadas es la clave. En las relaciones asimétricas entre profesionales y usuarios/clientes en el ámbito de la acción social, cuando se trabaja con personas necesitadas, vulnerables, en riesgo de exclusión (este riesgo es ahora un eufemismo porque ya están dentro, de la exclusión) trabajar en términos de empoderamiento es un reto personal, profesional y ético y al mismo tiempo una obligación imperiosa e inajornable. Y no es fácil, porque, sin duda, todavía nos encontramos equilibrando entre el discurso de lo graciable y lo correcto, un disgusto e inquieto para los profesionales.

El agravamiento de la crisis y las deficiencias cuantitativas y cualitativas de las personas y las familias, la falta de recursos adecuados y suficientes, la ampliación de los grupos que necesitan el apoyo de los servicios sociales, los nuevos marcos y formas de trabajar por la promoción y la autonomía, las presiones institucionales para la consecución de objetivos, y otros factores diversos, nos piden constantemente una actualización en la relación profesional con los usuarios/clientes.

Un ejemplo es cuando nos enfrentamos a personas que han perdido el poder de llevar sus vidas debido a circunstancias derivadas de la pérdida de empleo, la vivienda, la fragilidad en la salud, las roturas familiares, la falta de recursos para cubrir las necesidades básicas y hacer frente a los pagos de forma autónoma,... personas que preservan los recuerdos y sensaciones de lo que había sido el empoderamiento. Algunos de ellos viven con pesar, tensión y cierta incomodidad teniendo que dirigirse a los servicios sociales o entidades donde pueden encontrar ayuda para enderezar algunas de estas pérdidas. Sigue habiendo una gran falta de conciencia del principio de universalidad de este tipo de servicios y del acceso libre y abierto que tiene toda la población. En este contexto hay personas que son esquivas y expeditivas en la relación con los profesionales. Tener que exponer y hablar de su situación es incómodo, su vulnerabilidad está en la misma rabia y disgusto que les ha hecho perder la confianza, lo que los hace necesitados de atención y ayuda específicas. La forma en que se comunican puede ser poco receptiva, quieren que sólo se les pregunte lo que es estrictamente indispensable, perciben como una auditoría de cualquier desviación hacia cuestiones colaterales, incluso si quieren ser una señal de interés por parte del profesional. No quieren conversación o palabras efímeras, buscan preferentemente respuestas afirmativas o al menos que sean rápidas y claras. Cuando se requieren documentos necesitan conocer la razón, parece lógico, y no están atentos a lo que son los procedimientos de servicio o las demandas de la institución.

La queja no es en sí misma, es un medio de expresión de asco, angustia, desconfianza, desesperanza e ignorancia, en definitva de la pérdida del empoderamiento. Una de las competencias inevitables de los trabajadores sociales es ayudar a construir puentes relacionales con las personas a las que servimos y también con otros profesionales y entornos institucionales. La relación es en sí misma un objetivo, el vínculo un punto de partida para avanzar juntos, la tensión entre dos personas desconocidas en una relación asimétrica es obvia al principio y creer que no hay ingenuidad. Y por lo tanto, desde la tensión de la tarea, el cuidado del otro, la cantidad de trabajo, la dispersión, la escasez de recursos, los plazos interminables, las incongruencias y los dilemas éticos debemos permanecer empáticos, abiertos, libres de prejuicios y generadores de relaciones positivas y lenguajes empoderadores. El empoderamiento es el proceso que permite a las personas adquirir confianza, recursos y fuerza para afrontar las condiciones de su entorno y modificar su posición social. La entrevista con el profesional debe ser un espacio de capacitación, generosidad, donde se dé protagonismo a la persona que busca ayuda, tanto en el proceso de descubrimiento como en la acción.

La relación profesional que empodera al otro es la que le da voz, la que sabe escuchar su lenguaje y su criterio, la que acepta que lo razone y se manifiesta, que puede ser crítica y exigente, consigo mismo y con los demás. Es la competencia la que escucha la duda y no trata de convencer a toda costa. El trabajo hacia el empoderamiento incluye equilibrios estresantes entre objetivos, resultados, incertidumbres, abandonos. El profesional puede incluso sentirse decepcionado por una violación, una decisión que parece errónea, tal vez tendrá que establecer límites, pero sin perder la capacidad de reconocer, en la libre expresión del otro, una parte de su poder.

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